Zundert (Holanda), 1853 – Auvers-sur-Oise (Francia), 1890
Postimpresionismo
- El Postimpresionismo
- Vincent van Gogh
- George Seurat
- Joaquín Sorolla
- Santiago Rusiñol
Su tragedia parte de la inadaptación a una sociedad que le rechaza y de un profundo sentimiento que anhela el compromiso ético y moral con los seres humanos que sufren y son marginados.
Formado en la tradición de la pintura holandesa de Rembrandt y Hals y del realismo de Millet, aceptará a su llegada a París la clara paleta del impresionismo. Van Gogh creerá encontrar en París el ambiente que hizo posible la pintura de Daumier, los realistas u los pintores campesinos de Barbizon. Pero la figura del artista comprometido con la realidad social ya había desaparecido después del fracaso de las oleadas de revoluciones en 1848 y de la puntilla que supuso la represión de la comuna. Las diferentes tendencias del impresionismo mantienen enfrentados a sus representantes, y Van Gogh sufre una conmoción interior al darse cuenta de que los ideales que perseguía ya no son viables en un ambiente conservador e individualista.
Para este atormentado pintor, la obra de arte no es tanto una representación de la realidad como la apropiación de la vida misma. Lo que pretende con su pintura es manifestar la intensidad de los sentimientos del hombre. Sus formas enérgicas y angulosas, los colores violentos que parecen crear torbellinos furibundos de fuerzas ocultas expresan la potencia creadora de un hombre que no se resigna al trabajo mecánico, expresión de la inercia vital que la sociedad industrial, cada vez más deshumanizada, contagia al individuo.
Van Gogh resucita de la muerte, a través del dolor y del sufrimiento, todo aquello que pinta, infundiéndole nueva vida. Con él, el arte-representación del impresionismo se convierte en arte-expresión. La materia pictórica cobra independencia; ya no representa algo exterior a ella misma, sino que la pintura es, por sí misma, la protagonista convulsa y encerrada en la tela que parece gritar desesperadamente su propia identidad. La pintura de este rechazado de la sociedad y que, a la vez, rechaza, constituye uno de los puntos de partida de la pintura posterior que más mordazmente se encargará de la crítica social: el expresionismo.
Su pretensión es que el arte consuele al desesperado y apoye al afligido; siendo él mismo el más desesperado y afligido. La dramática experiencia de este artista, que terminó con su suicidio, puso el acento de la pintura en el color, que debía traducir la luz, las líneas y los estados de ánimo, ya fuera de los protagonistas del cuadro o del propio pintor ante los objetos. Su simbolismo expresivo se construía a partir de referencias reales, las distorsiones espaciales eran fruto del predominio del color como portador simbólico de su propia experiencia vital, una simple prolongación de sí mismo.