Grecia 1888 – Roma 1978
Hijo de padres italianos, en Atenas conoce a fondo la cultura clásica que tanto admira. Formado como pintor en el romanticismo nórdico, en 1906 viajarí a Múnich. Gran admirador de la obra de Nietzsche y Schopenhauer, asume sus ideas trasladándolas al arte de forma personalista. Posteriormente, en Florencia, pintará sus primeras obras con sombras alargadas, plazas vacías, esculturas clásicas aisladas, con una aplicación rigurosa de la perspectiva renacentista, enmarcado todo ello en una triste atmósfera, como el «Enigma de la fatalidad«.
Metafísica
- Giorgio de Chirico
En París, hacia 1911, no se interesa por las vanguardias, sino por las obras clásicas del Museo del Louvre (de los pintores franceses Claudio de Lorena o Nicolás Poussin). Al ser movilizado a Italia por la guerra, conoce al pintor italiano Carlo Carrà y ambos fundan la asociación «Scuola Metafísica«. En este periodo comienzan a aparecer en la obra de ambos los maniquíes tan característicos.
La pintura de Chirico sorprende por la sensación de soledad, melancolía, donde realidad y sueños se mezclan, en un marco compositivo tradicional, revalorizando el pasado. En «Las musas inquietantes«, se contempla como fondo el paisaje urbano de Ferrara medieval y algunas fábricas, tema frecuentemente repetido, y estatuas y objetos en primer plano, con un punto de fuga al fondo, a la manera renacentista. Las impresiones son siempre las mismas al contemplar sus obras.
Esta pintura influirá en el surrealismo. Desde 1930, De Chirico retorna al academicismo realizando retratos. En Italia, el movimiento se hace extensivo a otros pintores como Morandi que se caracterizará por sus bodegones y naturalezas muertas.
La pintura metafísica de Giorgio de Chirico cumplió un papel fundamental: la codificación de un lugar ideal y nuevo, sintomáticamente vacío, lleno de referencias clásicas en las que la perspectiva era reutilizada como la mejor forma para dejar que el pensamiento ocupase los espacios.
Muchos pintores citaron insistentemente los elementos tópicos de la obra de De Chirico, quién lograría aglutinar en Italia a algunos artistas que compartían esa poética del silencio del crepúsculo, relativamente ajena al surrealismo.